La huerta fue su vida. El abuelo Fidel ya estaba
jubilado, pero seguía día a día regando y cuidando escrupulosamente sus
tomates, acelgas, remolachas…
Un día se
puso enfermo. “Abuelo”, le dije, “no te preocupes que hoy voy yo a regar”. Ese
día llegue a comprender esa relación especial de mi abuelo con su huerta, y con
la naturaleza en general. A partir de entonces, cuando puedo, voy de vez en
cuando con él. Le ayudo un poco, y me cuenta como orientar los renques,
encordar las alubias, y otras muchas cosas que se perderán cuando él no esté.
Seguramente
no encontraré un sabor igual en los tomates, las acelgas y otras muchas cosas
que cultiva. Eso sí, guardaré en mi memoria esa pasión de mi abuelo, las
sensaciones de esos días de huerta, y el olor a tierra húmeda y tomate verde.
ACTIVIDAD
¿Qué te ha parecido el relato?
¿Has tenido tú, o tus papás, alguna experiencia
así? ¿Tienes algún abuelo o familiar con esa pasión y esa relación especial con
la naturaleza?
¿Crees que estamos perdiendo esos valores? ¿Cómo
podríamos preservar eso?
¡Valora la naturaleza! Es nuestro bien más preciado.
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